jueves, febrero 07, 2008

Los Ojos del Miedo

Hace frío en la planta 4 de la vieja mansión de los Condes de Brandenstein. El vaho se puede casi cortar. No sé las horas que llevo aquí ni las que tendré que seguir esperando. Hoy es 5 de diciembre de un año que me costará olvidar. El inicio de mi consagración; la consagración de una carrera brillante. Las mediocres notas que coseché en aquella facultad de periodismo capitalina, no fueron síntoma de mi veracidad frente al papel. Artículos de opinión mezclados con escritos de sensacionalismo comedido. Todo en la justa medida; para no destacar demasiado pero tampoco pasar desapercibido. Tan malo es no ser nadie en este mundo como ser un dios sin mecenas. Letra a letra, página a página; han pasado solo tres años desde que obtuve mi bautismo en aquella emisora nacional. Un pequeño corte de tan solo 10 minutos, me dio la posibilidad de que los peces gordos oyeran mi contundente voz: ideas claras y verdades del color de su partido político. Así funciona esto. Si te quieres acercar al fuego, primero te tienes que calentar. Esa fue una jugada maestra. Vendido, me llamarían algunos; Judas otros; pobre diablo los más ilusos... El caso es que hoy estoy aquí; ante una entrevista imposible, en un escenario más que lúgubre. Un escenario mezcla de melancolía y peligro. Parece el un sitio más que adecuado para recibir a semejante personaje. Esta es la casa dónde dicen que se crió. Él. El Mal. El monstruo. Quizás la persona más perversa que jamás piso la faz de la tierra. Aunque es un título demasiado difícil de otorgar... El maestro del miedo. Su historial es demoledor: nunca fue acusado de un solo crimen pero es firme sospechoso de más de 100 muertes. Muertes crueles, violentas, desgarradoras. Suicidios inducidos o disparos a quemarropa. Niños quemados vivos y madres desgarradas antes de dar a luz. Todas con un denominador común: El Monstruo habló con ellos antes de morir. Una muerte que fue una liberación. Su mirada así lo delataba... Ahora, en unos minutos o en unas horas, Johan, El Monstruo, estará delante de mis ojos; retándome; invitándome a conocerle; ofreciéndome la fría mano de la muerte; pero no de forma gratuita. Primero debe ver el terror en mis ojos; el pavor en mi corazón; la suplica en mis labios: el deseo de que la vida me abandone junto con el pánico que invade mis entrañas... Tengo tos. Tos nerviosa. Froto mis manos embutidas en dos gruesos guantes de cuero. Parece que la temperatura ha bajado al menos un par de grados. El silencio es absoluto. El único sonido procede de mi tenso pecho. No se por qué pero me siento nervioso. Debo relajarme. Al fin y al cabo, a mi me ha tocado la parte ‘fácil’. Solo debo grabar tras este grueso cristal que, a modo de espejo, ‘espiará’ la conversación que tengan Johan y Nanom. Sí, ella será la encargada de dar la cara ante ‘El demonio de Praga’; Nanom, tan bella y dulce como ingenua e inmadura. Cree tener el control de toda situación. Solo con abrir sus ojazos verdes y retractar la espalda para resaltar su esbelto busto, piensa que puede parar el mundo. Hija única de una familia adinerada, no sabe lo que es el odio. Quizás por eso sea la más indicada para encararse con el ‘Emperador del Mal’. Le avisé del peligro que corría, pero, no sin alivio por mi parte, accedió a realizar la entrevista que entre los dos preparamos; si todo sale bien, la gloria será compartida; sino, habrá lágrimas y aliento a partes iguales...
Ya son más de las 12 y nadie acude. No sé si empezar a preocuparme. No.
Son las 12:30 y escucho un automóvil. Por el sonido parece uno de los taxis de la ciudad. Espero que sean ellos. Debo ser discreto, porque él no sabe que yo estoy aquí.
Ahora mismo, el termómetro debe marcar la temperatura más baja desde que llegué. Escucho la puerta principal abrirse y cerrarse de un enorme portazo. Unas palabras lejanas y unos tacones subiendo por los vetustos escalones. Sí, es la voz de Nanom. El corazón no para de latir; siento agobio. No se que me ocurre... La luz de la sala contigua se enciende; una luz tenue, acorde con la longevidad de la casa. Johan está de espaldas, agachado, encendiendo las tres estufas de gas que pretenden calentar el espacioso habitáculo. Nanom se frota las manos mientras decide si se quita el abrigo o no. Johan, de manera caballerosa, se ofrece a retirárselo. “¡Gracias!” Dice Nanom con un hilillo de voz. Se sienta mientras espera que el hombre prepare un par de bebidas. Johan no debe tener más de 35 años; es la primera vez que lo veo tan de cerca. Posee una dulce cara aniñada, que invita a la confianza. Viste elegante y despliega unos modales que tranquilizan a la delicada Nanom. Esta carraspea para ocultar cualquier atisbo de nerviosismo. Intenta aparentar un carácter rudo, implacable; pero esto no es algo que se herede; es algo que se aprende. Una ‘princesita’ de 25 años, en la cúspide de su carrera, rodeada de halagos desde la cuna, bella y triunfadora, no puede albergar maldad en su corazón... y mucho menos en sus palabras. A pesar de ello, Nanom es buena actriz; veamos como resulta de convincente ante un ‘crítico’ tan ‘mordaz’ como es Johan:
- Parece usted muy joven señorita... aunque sé que no es asunto mío, perdone mi indiscreción.- Extrañamente, Johan incurre en una pequeña falta de educación... probablemente lo haya hecho de manera intencionada, para aparentar un falso rasgo de debilidad.
- ¡Oh no se preocupe! Me lo dice mucha gente. Además, no tengo problemas en decir que tengo 25 años, 10 de ellos ejerciendo la profesión de periodismo.
- Desde luego no hay que sentir ningún tipo de vergüenza en revelar esa envidiable edad. Si le parece, dado que ninguno de los dos somos ancianos ¿por qué no probamos a tutearnos?- Johan toma asiento y deja un vaso de güisqui delante de Nanom.
- Por supuesto. Lo prefiero.
- Así que llevas trabajando 10 años en la profesión; comenzaste de dibujante en el periódico de tu difunto padre a la tierna edad de 15 años... ¿me equivoco?- Lo poco que se ha escrito sobre Johan, no es exagerado. Como buen manipulador, comienza la entrevista preguntando primero. Una pregunta personal, misteriosa, tan inocente como inquietante.
- S-si. – Nanom vuelve a estar nerviosa.- ¿pero como sabes tanto de mí?
- Bueno, digamos que yo también hago mi trabajo. Me gusta saber con quien siento a charlar. Disculpa de todas formas; supongo que tendrás preparadas una batería de preguntas para mí, así que ‘dispara’.- Johan guiña un ojo y pretende parecer jovial tras su anterior cuestión comprometedora.
- Me parece perfecto. Empecemos pues. Tu nombre es Johan, pero sobre tu apellido no me has comentado nada; de hecho las investigaciones que he llevado a cabo me ofrecen datos contradictorios... Johan Ludenberg, Johan Müller, Johan Herbert… ¿cual es tu verdadero nombre?- Silencio. Johan bebe tranquilamente un sorbo de su helada copa.
- Verás Nanom, el apellido es una especie de herencia familiar. Como buena periodista que eres, habrás averiguado que yo me crié en un orfanato. De hecho, no recuerdo otra vida. Mi familia no existe al igual que mi apellido; mi nombre no es el mío, sino el de otro... Por eso me puedes llamar Franz, Alphonse, Eric, Erdwin... Yo soy yo y soy todos....
Es Nanom la que bebe ahora antes de proseguir... Si no me equivoco esos nombres corresponden a personas que han muerto violentamente a lo largo de este año; personas que por una u otra razón han estado relacionadas con Johan... Espero que Nanom recuerde este dato.
- Esto que cuentas, de manera tan mística, me parece interesante e inquietante a la vez. Si mi memoria no me falla, los nombres que has mencionado coinciden con gente que ha fallecido de manera, digamos, ‘anti-natural’ durante este año. ¿qué tienes que comentar a eso?- En efecto, Nanom es buena
- Hay millones de Franz en el mundo...
- Si, pero curiosamente, - una pausa mientras la periodista revisa su voluminoso cuaderno de notas – el señor Franz Rosenbaum, apareció ahorcado en una vieja iglesia en la frontera con Polonia el 12 de Julio. Según la investigación policial, antes de su ‘suicidio’ fue ha visto varias veces con un joven, cito textualmente, ‘elegante y agradable que parecía del norte’. Hablando con la portera del bloque de pisos donde Franz residía, cerca de Baviera, me comentó que un “joven rubio y bien parecido había estado varias veces en casa del señor Rosenbaum. Le traía libros viejos, cosa nada rara dado que el señor Rosenbaum tenía una gran colección de literatura antigua”. ¿y bien?
- Rosenbaum ¿eh? Este verano he pasado por Baviera, si. Allí conocí a un tipo entrañable. No recuerdo su apellido. Buscaba información sobre sus antepasados. Judíos en la Alemania Nazi ¿imagina? Digamos que le ‘ayude’ en sus pesquisas. La verdad, no es por falta de modestia, pero yo sería un excelente detective. Le entregué documentos, fotos y hasta grabaciones de las torturas a las que fueron sometidos sus abuelos... hasta le regalé un video dónde unos skin-head violaban a su madre y luego la quemaban viva mientras su padre sodomizaba a su hermano pequeño... Creí que le gustaría- prosigue Johan en tono irónico.
- Pero, según esta declaración, eres inductor del suicidio de Franz Rosenbaum...
- Yo no he dicho en ningún momento ese nombre. Además, ¿por qué sería yo el inductor de esa muerte? ¿a caso no son cosas que ocurren en el mundo que vivimos? ¿a caso yo violé a esa mujer y luego lo grabé? ¿por qué acusarme de asesinato si solo he quitado la venda de los ojos a un pobre infeliz? El mundo es maldad y si no estaba preparado para convivir con ella, fue buena idea abandonarlo ¿no crees?
Nanom no contesta. Mira a Johan con frialdad y desprecio. Y con cierto miedo. Aún así prosigue con la entrevista.
- No comparto tus ideas. Dejemos ese tema y sigamos con la lista ¿Qué me puedes decir de Alphonse Markil?
- Alphonse Markil... Alphonse... Conozco a 3 Alphonse, pero no recuerdo el apellido de ninguno y también desconozco si aún respiran...
- Te refresco la memoria. Alphonse Markil, de 34 años. Natural de Frankfurt. Apareció muerto a golpes en una casa de la periferia. Fuimos a hablar con su hermana, Gilda Markil, y nos contó que Alphonse llevaba tiempo comportándose de una manera bastante extraña... Solía salir de madrugada y no decía a donde iba. No volvía a casa a dormir y faltaba al trabajo con asiduidad. Preocupada por el carácter de Alphonse, una noche, Gilda le siguió clandestinamente hasta un bar de carretera. Allí vio a su hermano bebiendo cerveza con un “tipo delgado, rubio y con cara de niño”... ¿no le parece una coincidencia?
- La verdad es que una de mis debilidades es una jarra de cerveza bien fría... - una nueva pausa para beber- En Frankfurt conocí por casualidad a alguien que era más devoto que yo en este aspecto. Trabajaba en una fábrica de coches al sur de la ciudad. Recuerdo que teníamos largas conversaciones acerca de lo mal que lo trataban en aquella fábrica. Como le explotaban e ignoraban, como le menospreciaban y le hacían la vida imposible. Me pasaba horas simplemente escuchándole. Viendo lo miserable que era; analizando por qué una persona así continuaba existiendo. Un infeliz sumiso, en una sociedad de depredadores. Realmente ya estaba muerto cerebralmente; sin espíritu y sin esperanza. Los lobos le arrancarán el corazón cuando su cuerpo inerte se desplome sobre la nieve... Un frío miércoles de febrero, tras haber ingerido 6 jarras de pilsener, le conté la realidad; le saqué de su fantasía agónica; le desperté de su pesadilla. El hombre quedó con la mirada perdida... llorando... sin palabras. La primera vez desde que lo conocía que hubo un silencio de más de 10 minutos... En ese momento, lo único que podía consolarle, era el abrazo de un amigo; la comprensión de un compañero; el consejo de alguien que comparta su sufrimiento... alguien como yo... - Nanom fulmina a su interlocutor con una insolente mirada de desprecio; Johan bebe de su vaso y prosigue la narración, aparentado no percibir la ira de la chica.- Le hablé de la vida, de la muerte, de lo insignificantes que somos... en el universo, las estrellas, los planetas, las galaxias... son entidades inertes; sin ninguna componente biológica. Átomos y partículas coexistiendo de manera impecable para confeccionar un conjunto infinito de materia indolente; materia caótica y destructible que genera una armonía imposible de perturbar. El universo es muerte; el equilibrio esta en la aniquilación controlada de las inapreciables entidades orgánicas. Todo funcionará con más o menos precisión dependiendo de la correcta eliminación de los individuos que componen la ínfima población de seres vivos; de esto se puede encargar el azar, la naturaleza; pero también puede ser perfeccionado por la mano del hombre. Personajes como Otto, el director de la fábrica dónde trabajaba Alphonse, o Jaum, Virgo, Tulam y Augus, que componían el consejo de administración; gente joven, la cual tardará años en morir si dejamos que la suerte se interponga en el destino. Años en los que la maquinaria de la creación funcionara algo más lenta; años en los que estas 5 micro partículas del inmenso cosmos, perturbarán el alma de otros mortales invisibles; mortales como, tú, Alphonse, que sufren en silencio mientras otros ríen en voz alta... ¿no crees que es el momento de actuar? ¿no crees que la vida de 5 congéneres no significa nada al lado de la de millones de seres humanos que componen el planeta y mucho menos, al lado de las innombrables entelequias que forman parte del firmamento? Piensalo Alphonse, piensalo... - Una nueva pausa para beber, ante el estupor y el silencio sepulcral de la periodista.- Esas palabras dejaron a Alphonse totalmente contrariado; con la mirada perdida volvió a casa. Al día siguiente recibió un paquete con un arma y detalles de la fiesta que Otto Reding iba a dar en su casa el sábado próximo- Nanom interrumpe:
- ¡Maldito hijo de puta! ¡Tú le mandaste ese paquete! -
Johan niega lentamente con la cabeza:
- Que palabras más soeces para una joven periodista que aspira a ser una princesita dentro de su jodida profesión. - Silencio – Sí querida Nanom, un buen samaritano anónimo le dio el último empujoncito a Alphonse para que pudiera cumplir con aquello que tanto anhelaba. No obstante, y también de forma anónima, los directivos de la empresa de coches, fueron avisados de las intenciones de Alphonse; convencidos de que la policía no era la solución, decidieron tomarse la justicia por su mano contra aquel 'traidor'. El sábado por la noche, Alphonse entro en la casa de Otto por una puerta trasera que 'alguien' había dejado abierta. Tras pasar por la cocina, llego al despacho de Otto; Otto el indefenso; Otto la victima fácil. Sin embargo, lo que allí se encontró fue 5 individuos repletos de ira que se abalanzaron sobre el pobre Alphonse, el cual solo tuvo tiempo de disparar su arma una vez, vaciándole la cabeza al desdichado Augus. Los otros 4 hombres, golpearon al infeliz empleado, hasta dejarlo inconsciente; le hundieron el cráneo y le arrancaron un par de dedos. Tardo una semana en morir... pobre Alphonse, que agonía tan larga e inútil. - Nanom tapa su boca en un claro gesto de angustia. Ingiere liquido de su copa e intenta proseguir con la entrevista:
- Eres un ser detestable... no quiero saber más detalles de tus crímenes. Eres un enfermo, un pobre loco sin personalidad ni escrúpulos...- Johan sonríe levemente:
- Yo lo considero un don... en efecto, es un don. Cuando miro a los ojos de la gente, puedo percibir sus miedos; los miedos siempre están presentes. Es como... no sé si entiendes de ordenadores, Nanom, pero hay determinados programas que por su importancia (seguridad, servicios, etc.) siempre están ejecutándose en la máquina. El miedo es un mecanismo de control del ser humano; por mucho que lo ocultemos, siempre forma parte de nuestras acciones. Por eso es lo más fácil de percibir... - Nanom le interrumpe:
- Bueno esto es lo que me faltaba por oír; además de asesino eres un charlatán – La chica comienza a perder los estribos:
- Nada de eso querida, nada de eso. Podría hacerte una demostración ahora mismo, pero me pareces demasiado encantadora para hacerte sufrir...
- No te preocupes por mí; te crees el 'elegido' para sembrar el pánico en la humanidad, cuando la realidad es que eres un enfermo infeliz. Venga cuéntame algo de mi que nadie más sepa...
- En fin, has tomado la decisión – Johan mira a Nanom fijamente, con una mirada dulce, tranquilizadora – Sé que eres fuerte y que te sientes segura de ti misma. Las ideas claras, la mente abierta... muy apreciada por tus amigos y muy querida en tu familia. Un presente brillante y un futuro prometedor, es lo que has conseguido en tu profesión... No temes a nada en particular; cosas típicas: enfermedad, infidelidad, soledad... Aunque yo sé que tu alma es más negra de lo que imaginas – una larga pausa coincide con una alarmante bajada de la temperatura- Tu cerebro no recuerda, pero tu subconsciente sí. Tienes pesadillas extrañas que te persiguen desde la niñez... siempre lo mismo: el llanto de un niño que se clava en tus oídos y te produce un pánico extremo. – A pesar del intenso frío, Nanom, comienza a sudar – Nunca le has dado demasiada importancia a estos sueños, pero siempre los has tenido presentes ¿es que no recuerdas aquella noche, Nanom?
- ¡Eres un loco manipulador! Termina con esta farsa cuanto antes...
- Era invierno cuando Josué nació; un precioso bebé que hizo a tu padre el hombre más feliz del mundo. Todo eran halagos para el pequeño de la casa; tu no entendías muy bien lo que significaba tener un hermano, pero sin embargo también estabas contenta. Josué era un niño rebelde y se pasaba las noches enteras llorando y gritando. Te tapabas los oídos con la almohada para poder dormir un poco. Era incómodo, pero no te importaba. A pesar de la buena noticia del nacimiento de su único hijo varón, a papa no le iban bien las cosas. Los negocios no funcionaban y las deudas de juego se acumulaban; el buen hombre se escudaba en la bebida y cada vez era más normal oír discusiones nocturnas con tu madre; cada vez más largas; cada vez más violentas... esto siguió así día tras día, noche tras noches. Noches largas y solitarias que pasabas en tu habitación rosa... ¿recuerdas? Recuerdas aquel tiempo desquiciante; ¿no? - Silencio- Recuerdas aquella madrugada en la que tu puerta se abrió sin previo aviso; si, allí estaba tu padre, totalmente ebrio, susurrando palabras bonitas mientras se acercaba a tu cama. Te dio un beso, te acarició la cabeza, después las manos, luego el pecho, bajó por el ombligo… – Nanom le interrumpe entre lágrimas:
- ¡Cállate maldito cabrón! - Johan, en plena catarsis narrativa, prosigue con su relato ante la impotencia de la periodista
- Esto se repetía cada noche, cada vez más tiempo y cada vez más violento; oías los jadeos de tu progenitor mientras tu hermano no paraba de llorar. No comprendías por qué tenía que estar ocurriendo esto. Una y otra vez, las mismas caricias, los mismos llantos... Al principio, rezabas para que tu padre se perdiera en el camino de casa; después para que esa liquido que te vertía por el pene, le saliera cuanto antes... no entendías la causa, el motivo... solo oías los llantos de tu hermano... fue entonces cuando lo comprendiste todo... ¡el era el culpable de la locura de tu papá! ¡ese niño impertinente que gritaba sin cesar! Desde que vino al mundo todo se había vuelto negro en tu hogar. Por eso decidiste solucionar el tema. Fue un 5 de diciembre tal que hoy, cuando, antes de que llegará tu borracho padre, te levantaste de la cama en dirección a la habitación de Josué. Cogiste un cojín del sofá rojo y te acercaste a la cuna. El pequeño berreaba más que de costumbre; pusiste el cojín en su cara y apretaste sin piedad; empujaste y empujaste hasta que quedó todo en silencio. En paz... - Nanom permanece estática con las pupilas dilatadas
- Eres una maldita asesina de niños; mataste a tu propio hermano para calmar tu ira ¿y tú te crees mejor que yo? No deberías estar aquí, si no en una cárcel encerrada de por vida... - La chica interrumpe con un desquiciado grito
- ¡Noooooooooooo! Cállate, cállate... ¡no tienes razón! ¡no me merezco esto! ¡eres un monstruo! ¡tú no estabas allí! ¡deberías estar muertoooooooooo!
- Eso piensas ¿eh? - vuelve a beber sin inmutarse – Esta bien, te voy a complacer.- Mete la mano en el bolsillo.¡oh dios mío es una pistola!. La deja encima de la mesa y la empuja en dirección hacia dónde esta sentada la periodista.
- Yo no soy quien mato a un bebé; yo no soy el malo de esta historia. El odio es tuyo, es suyo, es de todos nosotros... te invito a que lo compartas conmigo; mátame aquí; ahora.- Nanom esta perdida; temerosa e iracunda. Coge la pistola temblorosa. Mira a Johan, que continua con su mirada impertérrita. No sabe como actuar. Apunta tímidamente a su oponente. Siento mucho miedo en este momento; debería actuar; creo que esto está yendo demasiado lejos... ¡mierda se acaba de ir la luz! No puede ser. ¡Que es eso! ¡Un disparo! ¡Joder que hago ahora! ¡no se ve nada! Estoy atenazado por el terror. Son segundos infinitos de angustia y desesperación. La energía vuelve a fluir y la habitación contigua se ilumina. Todo esta como hace un minuto... ¡noooooooooo! Solo hay una persona dentro. Tirada en el suelo; con la cabeza destrozada por un impacto de bala; hay sangre por todos los lados. Voy a vomitar. Me siento en el suelo y me quedo contemplando la escena durante horas. Pienso en muchas cosas; ya no sé lo que es cierto y lo que no; no sé la diferencia entre el bien y el mal; entre el odio o el amor; entre la vida y la muerte. Hoy he presenciado como actúa un autentico monstruo; un monstruo que relata lo que ve, lo que siente, lo que hacemos o sentimos. No sé quien había allí dentro, en el otro cuarto. Quizás era Nanom sola luchando contra sus propios temores; quizás el que ha disparado la bala he sido yo; quizás todo esto lo desencadenó Franz... Puede que Johan no exista, que sea una creación de todos nosotros, una grotesca imagen del desprecio que sentimos por la humanidad; una bonita cara con un sucio espíritu; boca mentirosa, oídos sordos y ojos del color del más oscuro miedo...