Obrigado Lisboa
Hola compañeros, estamos ante otro de nuestros viajecitos que habitualmente realizamos y que siempre da gusto leerlos en el blog una vez hechos para que el viaje quedé plasmado y que los que han hecho el viaje recuerden lo que por aquellas tierras hicieron. El viaje a Lisboa lo realizamos Dani (mi compañero de piso) y yo, fue a mediados de Noviembre y fue una experiencia muy bonita. Como siempre, empiezo cuando comento una de nuestras excursiones por los agradecimientos y esta vez le doy las gracias de todo corazón a Dani por haberme invitado a su hotel y sobre todo por haberme hecho una estancia tan agradable por tierras portuguesas, me encantó todo el fin de semana y descubrí lo bella que es la capital de este país.
Quiero empezar por unas cuantas de reflexiones antes de comentar lo que hicimos, es sobre nuestro país vecino, un lugar tan cercano pero a la vez tan diferente y distante del nuestro. En Lisboa nada más llegar me recorrió una sensación que nunca tuve en otro viaje y era la lástima y la rabia al ver un sitio tan sensacional pero tan dejado y poco cuidado. Los portugueses son una gente que están como deprimidos por lo que algún día pudieron llegar a ser pero que nunca lo conseguieron. Son personas cultas, con una gran riqueza cultural pero a mi particularmente me dieron una sensación de añoranza, de melancolía, como de rendición de que las cosas son de esta forma y así nos apañaremos.
Una vez hecha esta reflexión que es como un resumen del viaje paso a lo que hicimos por allí que fue un montón de cosas y muy variadas. Mi vuelo de Portugalia con destino Lisboa salió algo tarde desde la T1 de Barajas pero la ventaja de ir a Portugal es que como allí es una hora menos pues aprovechas para irte y apenas tardas porque yo aterricé en tierras portuguesas poco antes de las 8 de la tarde y me había ido de mi casa a las 5:30. El recibimiento fue un poco desilusionante porque ya era de noche cerrada y estaba lloviendo, además en abundancia. El aeropuerto internacional de Lisboa es acogedor, un poco como de juguete, al igual que el Sandro Pertini de Turín, ahí es donde ya me di cuenta de que Lisboa es un sitio encantador pero en el término de que nada es imperial, sino acogedor y familiar.
Esperé a Dani en la cola de la parada de taxis del aeropuerto porque tardó un poco en salir del trabajo, aprovechamos el mismo taxi en que venía y nos dirigimos a su hotel que está en la zona de Entrecampos. Mi primer paseo por Lisboa fue algo surrealista, estás contento por encontrarte a tu compañero de excursión pero también es un golpe ver por primera vez otro país y te das cuenta que es pequeñito, tiene muchas cuestas y que el taxista estaba tan agilipollado como los taxistas que te encuentras por todo el mundo (en eso no cambia ningún sitio). El hotel estaba muy bien, era de 4 estrellas y de hecho no pegaba mucho con el paisaje donde se ubicaba porque al salir de el para ir al metro y tomar nuestra primera cena lisboeta te encontrabas calles un poco desiertas, paraguas rotos tirados entre los matorrales y un molino viejo al lado de la estación de metro de Entrecampos. Capítulo aparte merece el metro de Lisboa, uno de los más bonitos que existen en la actualidad.
Nos dirigimos a la zona sur de la ciudad para ir a la estación de Baixa-Chiado que nos dejaba al lado del elevador de Santa Justa para asi poderle hacer unas fotos nocturnas, como ya era tarde pues no estaba la cosa para dar muchas vueltas, así que nos dirigimos a los restaurantes más cercanos viendo un par de plazas de esta bonita zona, la plaza de Rossio y la plaza de D. Pedro V, antes nos topamos con un tío muy raro que en inglés nos pedía algo de dinero, le dimos un par de euros y el tío sabía también español, un personaje muy peculiar. En el restaurante pues nos dimos nuestro primer homenaje gastronómico portugués, Dani con una cosa de arroz y yo con carne (aunque en Portugal lo que hay que comer pescado). La gente del restaurante muy amables con nosotros y además no hubo ningún problema con el idioma, entienden bastante bien nuestro español.
Después de cenar pues ya si pudimos darnos nuestra primera ansiada vuelta por las calles de Lisboa, tenía ganas de conocer el barrio de Chiado porque es uno de los más antiguos de la ciudad, calles pequeñas con cuestecitas y cafés donde algunos de los personajes de la cultura de allí se mueven, fuimos por la Rua Garrett donde está uno de los cafés más famosos de Lisboa, el A Brasileira, café antiguo que tiene una estatua dedicada a unos de sus ilustres clientes, el gran poeta portugués Fernando Pessoa. Detrás del elevador de Santa Justa te encuentras un boulevar en cuesta donde se encuentran varios de los comercios más importantes de la ciudad como tiendas de ropa y librerias. El encanto residía sobre todo en ir subiendo las cuestas e ir pisando los railes del tranvía lisboeta.
Para tomar nuestras primeras copas nos dirigimos al Bairro Alto, yo llevaba una lista de sitios donde recomendaban ir pero lo importante era saber la zona donde se movía la noche, en el Bairro Alto sobre todo es en la Rua Atalaia, es una larga calle donde muchos tipos te ofrecen costo y está rodeado de bares, bodegas y sitios nuevos de diseño, de hecho allí encontré una tienda de fotografía lomográfica. Nuestra primera copa en Lisboa fue en un pequeño garito donde un brasileño con su guitarra cantaba viejas canciones, pedimos una caipirihna y disfrutamos de la música y de las vistas que las guiris que también había por allí. Me encantó ese sitio y fue uno de los momentos donde más paz y tranquilidad logré allí, se podía decir que estaba feliz de estar allí compartiendo mi copa. Además ya no llovía :)
Seguimos dando vueltas por el Bairro Alto y pasamos a varios sitios, uno de ellos fue algo estrambótico porque era una casa cultural donde había un concierto de un tipo de Nueva York que estaba muy grillao, Dani se tenía que contener para no morirse de risa pero lo que merecía la pena fue pasar a la casa cultural. En Lisboa hubo grandes incendios e inundaciones y ellos han dejado la ciudad algo abandonada, en la zona centro te encuentras varios edificios muy viejos y abandonados (algo que en España ni se te pasa por la cabeza que pueda ocurrir). Siguiendo mi lista de garitos salimos del Bairro Alto y fuimos por calles estrechas, plazuelas con iglesias y te encontrabas los garajes donde guardan los tranvías. Nos dirigimos al BLeza, un bar de musicos de Cabo Verde que fue un gran descubrimiento. El sitio estaba emplazado en lo que era un antiguo palacete en medio de la ciudad, de hecho nos costó algo encontrarlo porque estaba algo escondido pero una vez que llegas y subes por las escaleras te quedas alucinado de que allí ahora se ubique un bar donde hay una orquesta que toca música africana. Es un sitio donde gente más bien madura y africanos van a bailar, merece la pena verlo, no para ir de juerga, en el interior del palacete tenían una exposición de dibujos de niños africanos.
No se nos hizo muy tarde al tomarnos las dos copas que teníamos con la entrada del BLeza, así que continuamos con mi lista de bares y nos encaminamos a la avenida 24 de Julio, fue un buen paseo pero lo que más te apetece el primer día que llegas a un sitio nuevo es pateártelo hasta conocer todas las calles de la ciudad, yo creo que es así como mejor conoces un lugar. Como era viernes algo de animación había pero tampoco era para echar cohetes. En la Avenida 24 de Julio tenía un par de sitios que ya eran discotecas para acabar la noche, pasamos por la puerta de la discoteca Kapital pero no nos dejaron pasar, era obvio y ya nos lo temíamos, porque dos tipos que iban con vestimenta normal, que son chicos y que son de fuera tienen todas las papeletas para no entrar. Antes de irme farfullé con algo de rabia (aunque no me apetecía pasar) que ellos se lo perdían porque me hubiese fundido mogollón de pasta allí, me fastidia mucho el llamado derecho de admisión.
En vez de pasar a Kapital seguimos andando y nos encontramos varios puestos de perritos calientes y hamburguesas como los puestecillos que ponen en las ferias de los pueblos, la gente se agolpaba allí y eso era una fiesta, Dani y yo nos comimos unas hamburguesas con cervecitas y eso me parecía más animado que ir a cualquier discoteca. Pero claro, estabamos al lado del puerto del río Tajo (Tejo para ellos) y hacía bastante frío, así que tuvimos que movernos que aunque en Lisboa no hace mucho frío era Noviembre y con la brisa te quedabas algo helado. Continuamos nuestro camino hacía las Docas que no sabíamos que era y resultó ser un montón de garitos que me recordaban al Maremagnum de Barcelona, así que mal rollito. Habían pasado ya bastantes horas desde que aterricé y siendo las 4 de la madrugada buscamos un taxi que nos devolviese al hotel, todavía quedaba mucho por ver, todo el fin de semana quedaba por delante. Sentados en nuestras camas veíamos el canal internacional y probamos a ver cuantos canales estaban en portugués y en cuantos había subtítulos, por la mañana pudimos ver a Doraemon en español. Antes de dormir me asomé a la ventana, me alegré de que no hubiese llovido durante la noche y me dormí enseguida, signo de que estaba muy a gusto en esta ciudad.
Quiero empezar por unas cuantas de reflexiones antes de comentar lo que hicimos, es sobre nuestro país vecino, un lugar tan cercano pero a la vez tan diferente y distante del nuestro. En Lisboa nada más llegar me recorrió una sensación que nunca tuve en otro viaje y era la lástima y la rabia al ver un sitio tan sensacional pero tan dejado y poco cuidado. Los portugueses son una gente que están como deprimidos por lo que algún día pudieron llegar a ser pero que nunca lo conseguieron. Son personas cultas, con una gran riqueza cultural pero a mi particularmente me dieron una sensación de añoranza, de melancolía, como de rendición de que las cosas son de esta forma y así nos apañaremos.
Una vez hecha esta reflexión que es como un resumen del viaje paso a lo que hicimos por allí que fue un montón de cosas y muy variadas. Mi vuelo de Portugalia con destino Lisboa salió algo tarde desde la T1 de Barajas pero la ventaja de ir a Portugal es que como allí es una hora menos pues aprovechas para irte y apenas tardas porque yo aterricé en tierras portuguesas poco antes de las 8 de la tarde y me había ido de mi casa a las 5:30. El recibimiento fue un poco desilusionante porque ya era de noche cerrada y estaba lloviendo, además en abundancia. El aeropuerto internacional de Lisboa es acogedor, un poco como de juguete, al igual que el Sandro Pertini de Turín, ahí es donde ya me di cuenta de que Lisboa es un sitio encantador pero en el término de que nada es imperial, sino acogedor y familiar.
Esperé a Dani en la cola de la parada de taxis del aeropuerto porque tardó un poco en salir del trabajo, aprovechamos el mismo taxi en que venía y nos dirigimos a su hotel que está en la zona de Entrecampos. Mi primer paseo por Lisboa fue algo surrealista, estás contento por encontrarte a tu compañero de excursión pero también es un golpe ver por primera vez otro país y te das cuenta que es pequeñito, tiene muchas cuestas y que el taxista estaba tan agilipollado como los taxistas que te encuentras por todo el mundo (en eso no cambia ningún sitio). El hotel estaba muy bien, era de 4 estrellas y de hecho no pegaba mucho con el paisaje donde se ubicaba porque al salir de el para ir al metro y tomar nuestra primera cena lisboeta te encontrabas calles un poco desiertas, paraguas rotos tirados entre los matorrales y un molino viejo al lado de la estación de metro de Entrecampos. Capítulo aparte merece el metro de Lisboa, uno de los más bonitos que existen en la actualidad.
Nos dirigimos a la zona sur de la ciudad para ir a la estación de Baixa-Chiado que nos dejaba al lado del elevador de Santa Justa para asi poderle hacer unas fotos nocturnas, como ya era tarde pues no estaba la cosa para dar muchas vueltas, así que nos dirigimos a los restaurantes más cercanos viendo un par de plazas de esta bonita zona, la plaza de Rossio y la plaza de D. Pedro V, antes nos topamos con un tío muy raro que en inglés nos pedía algo de dinero, le dimos un par de euros y el tío sabía también español, un personaje muy peculiar. En el restaurante pues nos dimos nuestro primer homenaje gastronómico portugués, Dani con una cosa de arroz y yo con carne (aunque en Portugal lo que hay que comer pescado). La gente del restaurante muy amables con nosotros y además no hubo ningún problema con el idioma, entienden bastante bien nuestro español.
Después de cenar pues ya si pudimos darnos nuestra primera ansiada vuelta por las calles de Lisboa, tenía ganas de conocer el barrio de Chiado porque es uno de los más antiguos de la ciudad, calles pequeñas con cuestecitas y cafés donde algunos de los personajes de la cultura de allí se mueven, fuimos por la Rua Garrett donde está uno de los cafés más famosos de Lisboa, el A Brasileira, café antiguo que tiene una estatua dedicada a unos de sus ilustres clientes, el gran poeta portugués Fernando Pessoa. Detrás del elevador de Santa Justa te encuentras un boulevar en cuesta donde se encuentran varios de los comercios más importantes de la ciudad como tiendas de ropa y librerias. El encanto residía sobre todo en ir subiendo las cuestas e ir pisando los railes del tranvía lisboeta.
Para tomar nuestras primeras copas nos dirigimos al Bairro Alto, yo llevaba una lista de sitios donde recomendaban ir pero lo importante era saber la zona donde se movía la noche, en el Bairro Alto sobre todo es en la Rua Atalaia, es una larga calle donde muchos tipos te ofrecen costo y está rodeado de bares, bodegas y sitios nuevos de diseño, de hecho allí encontré una tienda de fotografía lomográfica. Nuestra primera copa en Lisboa fue en un pequeño garito donde un brasileño con su guitarra cantaba viejas canciones, pedimos una caipirihna y disfrutamos de la música y de las vistas que las guiris que también había por allí. Me encantó ese sitio y fue uno de los momentos donde más paz y tranquilidad logré allí, se podía decir que estaba feliz de estar allí compartiendo mi copa. Además ya no llovía :)
Seguimos dando vueltas por el Bairro Alto y pasamos a varios sitios, uno de ellos fue algo estrambótico porque era una casa cultural donde había un concierto de un tipo de Nueva York que estaba muy grillao, Dani se tenía que contener para no morirse de risa pero lo que merecía la pena fue pasar a la casa cultural. En Lisboa hubo grandes incendios e inundaciones y ellos han dejado la ciudad algo abandonada, en la zona centro te encuentras varios edificios muy viejos y abandonados (algo que en España ni se te pasa por la cabeza que pueda ocurrir). Siguiendo mi lista de garitos salimos del Bairro Alto y fuimos por calles estrechas, plazuelas con iglesias y te encontrabas los garajes donde guardan los tranvías. Nos dirigimos al BLeza, un bar de musicos de Cabo Verde que fue un gran descubrimiento. El sitio estaba emplazado en lo que era un antiguo palacete en medio de la ciudad, de hecho nos costó algo encontrarlo porque estaba algo escondido pero una vez que llegas y subes por las escaleras te quedas alucinado de que allí ahora se ubique un bar donde hay una orquesta que toca música africana. Es un sitio donde gente más bien madura y africanos van a bailar, merece la pena verlo, no para ir de juerga, en el interior del palacete tenían una exposición de dibujos de niños africanos.
No se nos hizo muy tarde al tomarnos las dos copas que teníamos con la entrada del BLeza, así que continuamos con mi lista de bares y nos encaminamos a la avenida 24 de Julio, fue un buen paseo pero lo que más te apetece el primer día que llegas a un sitio nuevo es pateártelo hasta conocer todas las calles de la ciudad, yo creo que es así como mejor conoces un lugar. Como era viernes algo de animación había pero tampoco era para echar cohetes. En la Avenida 24 de Julio tenía un par de sitios que ya eran discotecas para acabar la noche, pasamos por la puerta de la discoteca Kapital pero no nos dejaron pasar, era obvio y ya nos lo temíamos, porque dos tipos que iban con vestimenta normal, que son chicos y que son de fuera tienen todas las papeletas para no entrar. Antes de irme farfullé con algo de rabia (aunque no me apetecía pasar) que ellos se lo perdían porque me hubiese fundido mogollón de pasta allí, me fastidia mucho el llamado derecho de admisión.
En vez de pasar a Kapital seguimos andando y nos encontramos varios puestos de perritos calientes y hamburguesas como los puestecillos que ponen en las ferias de los pueblos, la gente se agolpaba allí y eso era una fiesta, Dani y yo nos comimos unas hamburguesas con cervecitas y eso me parecía más animado que ir a cualquier discoteca. Pero claro, estabamos al lado del puerto del río Tajo (Tejo para ellos) y hacía bastante frío, así que tuvimos que movernos que aunque en Lisboa no hace mucho frío era Noviembre y con la brisa te quedabas algo helado. Continuamos nuestro camino hacía las Docas que no sabíamos que era y resultó ser un montón de garitos que me recordaban al Maremagnum de Barcelona, así que mal rollito. Habían pasado ya bastantes horas desde que aterricé y siendo las 4 de la madrugada buscamos un taxi que nos devolviese al hotel, todavía quedaba mucho por ver, todo el fin de semana quedaba por delante. Sentados en nuestras camas veíamos el canal internacional y probamos a ver cuantos canales estaban en portugués y en cuantos había subtítulos, por la mañana pudimos ver a Doraemon en español. Antes de dormir me asomé a la ventana, me alegré de que no hubiese llovido durante la noche y me dormí enseguida, signo de que estaba muy a gusto en esta ciudad.
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