Arigato Japón Shichi Hi (Séptimo Día)
Para crear el mundo Dios al séptimo día descansó pero nosotros creando nuestro particular mundo oriental tampoco descansamos al séptimo día, íbamos a seguir descubriendo el mundo tradicional japonés en Kyoto. Como ya no sentíamos los gemelos de nuestras piernas este día lo denominamos el día en que iremos a todos sitios en taxi. Para empezar el día nada como una buena visita a la estación central de Kyoto y desayunar un poco de repostería de allí, al igual que en Tokio se lo curraban cantidad y salimos muy contentos de allí. Nada más salir de la estación te encuentras con la Kyoto Tower que fue convenientemente fotografiada, había bastante ajetreo por estas calles porque muchos negocios ya están ubicados por esa zona, recuerdo pasar por delante de la puerta del Kyoto Bank.
Allí teníamos todos los taxis del mundo a nuestra disposición y acordamos que la excursión del mediodia y ya que en Tokio no pudimos ver el palacio Imperial pues veríamos el Palacio Imperial de Kyoto que es donde vivía el emperador en la época en que Kyoto fue la capital del reino. Para entrar al palacio tienes que apuntarte a una lista porque tiene que visitarse con guía, la chica de la recepción te indica a la hora que tienes que estar en la puerta para el comienzo de la visita (ha sido la única vez en mi vida que he ido con guía a algo pero fue inevitable). Como disponiamos de tiempo antes de la visita al palacio visitamos los alrededores donde había pequeños templos (uno de ellos parecia de coña dedicado al cochino jabali je, je). También y con una valentía impropia en mi di una vuelta alrededor del palacio para ver algunos jardines que están por fuera. Digo valentía porque hay que echarle narices para que estes a principios de agosto en medio de una isla del Pacífico a pleno sol, la humedad y el calor era insoportable.
La visita al Palacio comenzó sobre las 14:30 del mediodia, en toda la cúspide de calor, allí estábamos con algunos turistas españoles y una guía japonesa que hablaba en inglés, que era bastante guapa pero que llevaba un sombrero ridículo para esconderse del sol. No hice apenas caso de sus explicaciones, el Palacio era muy bonito y merece la pena verlo, sobre todo por sus jardines que están muy cuidados y son muy agradables a la vista. La chica guía siempre fue muy amable pero entre el inglés, el calor y que estaba con la cámara intentando sacar lo mejor posible los jardines no hice mucho caso. Además del palacio todos le sacamos fotos a ella.
Descansamos un rato en el bar al lado del palacio porque era un día de verano que te hace pasarlo mal, tras refrescarnos y buscar nuestro amado nuevo medio de transporte esta vez nos dirigimos al templo que hay que visitar si alguna vez vais por Kyoto, el templo que está más al norte de la ciudad, el templo de Oro, uno de los templos más bonitos del mundo, para este había que pagar entrada pero es una preciosidad, ante un gran lago y unos jardines cuidados con esmero se erige un templo que obviamente no es de oro pero su color aúreo se refleja en las aguas del lago, la verdad es que es un sitio muy romántico y varias parejas de jóvenes japoneses estaban por allí paseando con el traje tradicional japonés que es el yukata, recuerdo a una pareja que los dos eran muy guapos y varias personas les pedían que se hicieran fotos junto a ellos. La visita no solo se restringe a ver el templo sino que hay todo un complejo alrededor de él con varios senderos donde el agua cae por entre las piedras, esculturas y continuas subidas y bajadas en cuestas algo abruptas. Una cosa tradicional pero que huele a turismo eran los tablones donde la gente colgaba un papel que sacabas de una máquina donde te vienen reflexiones y predicciones para el futuro, luego colgabas el papel en los tablones y asi se cumplían los deseos buenos. Recuerdo que en mi papel decía varias cosas que eran ciertas.
Todas estas visitas eran bastante turísticas y aunque se ven cosas bonitas a mi particularmente me cansa mucho porque el ambiente no me es el adecuado y me resulta bastante cargante, prefiero las muchedumbres que van al trabajo o a comprar como me pasaba en Tokio, gente que estaba haciendo su vida cotidiana e intentando sobrevivir, la vida turística me aburre porque todo el mundo tiene como una felicidad hipócrita de estar viendo algo donde la mayoría son inexpertos en esa materia que están observando, es como estar en un concierto de David Bisbal porque es un espectáculo pero que no te interesa para nada. Te dices que curioso pero no te llega, no te hace sentir.
Tras esta visita se acabó el turismo porque era insoportable seguir, algunos se fueron a la Kyoto Central Station de compras y yo estuve por los alrededores de la estación viendo los restaurantes que había y comiendo algo, los restaurantes tenían la curiosidad de que los platos que ofrecen fuera en una mesa los tenían expuestos y estaban super cuidados, tras una breve vuelta me retiré al hotel a descansar un rato y arreglarme para lo que iba a ser, esta vez sí, nuestro último homenaje gastronómico en Japón.
Nos dirigimos al restaurante 'The Oriental River', uno de los sitios más considerados de Kyoto, el restaurante está a la orilla del río y cenas en una especie de terraza donde se mezclaban la alta alcurnia de la ciudad con algunos extranjeros, era una sensación parecida a estar en La Habana en medio del capitalismo. La cena se compusó de un menú de degustación donde te ponían un montón de platos con pequeñas raciones, todo estaba buenísimo, quiero destacar un plato donde probabas un pescado que es el mejor que he comido en mi vida, yo dije, está tan bueno que parece carne. Todo estaba muy oscuro porque la iluminación era mediante antorchas y velas, lo que le daba al sitio un aire misterioso y encantador.
Al terminar la cena pasabas a una especie de zona chill out como diriamos en occidente pero que allí era con música tradicional japonesa o músicas occidentales como el jazz y en unos cómodos sofas continuabas la noche. En nuestro último homenaje nos bebimos unas botellas de sake, un cocktail y luego pasamos a las copas, el sitio era muy relajante y cada rato veias pasar a japonesas con sus yukatas acompañadas de hombres de negocios. Brindamos no se cuantas veces por haber hecho el viaje y disfrutamos del momento entre risas y ya relajados.
Nuestro último contacto con Kyoto fue dar una pequeña vuelta otra vez por Gion y despedirnos de la ciudad. Una vez llegados al hotel nos disfrazamos con los kimonos que todos los días te dejaban en la habitación e hicimos un poco el tonto delante de las cámaras de video compradas en Tokio. Me hubiese apetecido una despedida más tranquila pero no pudo ser, eso sí, antes de ir a dormir delante de la ventana de la habitación que daba a un enorme patio super currao del hotel busque la luna de Kyoto fumándome otro cigarrillo japonés, fue mi particular despedida de Kyoto. Por la mañana nos esperaba el aeropuerto de Osaka, pero eso se contará en otro post.
Allí teníamos todos los taxis del mundo a nuestra disposición y acordamos que la excursión del mediodia y ya que en Tokio no pudimos ver el palacio Imperial pues veríamos el Palacio Imperial de Kyoto que es donde vivía el emperador en la época en que Kyoto fue la capital del reino. Para entrar al palacio tienes que apuntarte a una lista porque tiene que visitarse con guía, la chica de la recepción te indica a la hora que tienes que estar en la puerta para el comienzo de la visita (ha sido la única vez en mi vida que he ido con guía a algo pero fue inevitable). Como disponiamos de tiempo antes de la visita al palacio visitamos los alrededores donde había pequeños templos (uno de ellos parecia de coña dedicado al cochino jabali je, je). También y con una valentía impropia en mi di una vuelta alrededor del palacio para ver algunos jardines que están por fuera. Digo valentía porque hay que echarle narices para que estes a principios de agosto en medio de una isla del Pacífico a pleno sol, la humedad y el calor era insoportable.
La visita al Palacio comenzó sobre las 14:30 del mediodia, en toda la cúspide de calor, allí estábamos con algunos turistas españoles y una guía japonesa que hablaba en inglés, que era bastante guapa pero que llevaba un sombrero ridículo para esconderse del sol. No hice apenas caso de sus explicaciones, el Palacio era muy bonito y merece la pena verlo, sobre todo por sus jardines que están muy cuidados y son muy agradables a la vista. La chica guía siempre fue muy amable pero entre el inglés, el calor y que estaba con la cámara intentando sacar lo mejor posible los jardines no hice mucho caso. Además del palacio todos le sacamos fotos a ella.
Descansamos un rato en el bar al lado del palacio porque era un día de verano que te hace pasarlo mal, tras refrescarnos y buscar nuestro amado nuevo medio de transporte esta vez nos dirigimos al templo que hay que visitar si alguna vez vais por Kyoto, el templo que está más al norte de la ciudad, el templo de Oro, uno de los templos más bonitos del mundo, para este había que pagar entrada pero es una preciosidad, ante un gran lago y unos jardines cuidados con esmero se erige un templo que obviamente no es de oro pero su color aúreo se refleja en las aguas del lago, la verdad es que es un sitio muy romántico y varias parejas de jóvenes japoneses estaban por allí paseando con el traje tradicional japonés que es el yukata, recuerdo a una pareja que los dos eran muy guapos y varias personas les pedían que se hicieran fotos junto a ellos. La visita no solo se restringe a ver el templo sino que hay todo un complejo alrededor de él con varios senderos donde el agua cae por entre las piedras, esculturas y continuas subidas y bajadas en cuestas algo abruptas. Una cosa tradicional pero que huele a turismo eran los tablones donde la gente colgaba un papel que sacabas de una máquina donde te vienen reflexiones y predicciones para el futuro, luego colgabas el papel en los tablones y asi se cumplían los deseos buenos. Recuerdo que en mi papel decía varias cosas que eran ciertas.
Todas estas visitas eran bastante turísticas y aunque se ven cosas bonitas a mi particularmente me cansa mucho porque el ambiente no me es el adecuado y me resulta bastante cargante, prefiero las muchedumbres que van al trabajo o a comprar como me pasaba en Tokio, gente que estaba haciendo su vida cotidiana e intentando sobrevivir, la vida turística me aburre porque todo el mundo tiene como una felicidad hipócrita de estar viendo algo donde la mayoría son inexpertos en esa materia que están observando, es como estar en un concierto de David Bisbal porque es un espectáculo pero que no te interesa para nada. Te dices que curioso pero no te llega, no te hace sentir.
Tras esta visita se acabó el turismo porque era insoportable seguir, algunos se fueron a la Kyoto Central Station de compras y yo estuve por los alrededores de la estación viendo los restaurantes que había y comiendo algo, los restaurantes tenían la curiosidad de que los platos que ofrecen fuera en una mesa los tenían expuestos y estaban super cuidados, tras una breve vuelta me retiré al hotel a descansar un rato y arreglarme para lo que iba a ser, esta vez sí, nuestro último homenaje gastronómico en Japón.
Nos dirigimos al restaurante 'The Oriental River', uno de los sitios más considerados de Kyoto, el restaurante está a la orilla del río y cenas en una especie de terraza donde se mezclaban la alta alcurnia de la ciudad con algunos extranjeros, era una sensación parecida a estar en La Habana en medio del capitalismo. La cena se compusó de un menú de degustación donde te ponían un montón de platos con pequeñas raciones, todo estaba buenísimo, quiero destacar un plato donde probabas un pescado que es el mejor que he comido en mi vida, yo dije, está tan bueno que parece carne. Todo estaba muy oscuro porque la iluminación era mediante antorchas y velas, lo que le daba al sitio un aire misterioso y encantador.
Al terminar la cena pasabas a una especie de zona chill out como diriamos en occidente pero que allí era con música tradicional japonesa o músicas occidentales como el jazz y en unos cómodos sofas continuabas la noche. En nuestro último homenaje nos bebimos unas botellas de sake, un cocktail y luego pasamos a las copas, el sitio era muy relajante y cada rato veias pasar a japonesas con sus yukatas acompañadas de hombres de negocios. Brindamos no se cuantas veces por haber hecho el viaje y disfrutamos del momento entre risas y ya relajados.
Nuestro último contacto con Kyoto fue dar una pequeña vuelta otra vez por Gion y despedirnos de la ciudad. Una vez llegados al hotel nos disfrazamos con los kimonos que todos los días te dejaban en la habitación e hicimos un poco el tonto delante de las cámaras de video compradas en Tokio. Me hubiese apetecido una despedida más tranquila pero no pudo ser, eso sí, antes de ir a dormir delante de la ventana de la habitación que daba a un enorme patio super currao del hotel busque la luna de Kyoto fumándome otro cigarrillo japonés, fue mi particular despedida de Kyoto. Por la mañana nos esperaba el aeropuerto de Osaka, pero eso se contará en otro post.
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