domingo, diciembre 31, 2006

Arigato Japón San Hi (Tercer Día)

Como el segundo día no nos recogimos muy tarde no nos costó mucho levantarnos para continuar nuestra excursión a través de cada uno de los barrios de la ciudad. Al encontrarnos en Tokio y en especial en Japón pues un apartado iba dedicado a la tecnología y en Tokio el barrio donde más cacharros tecnológicos se reunen es Akihabara, pillaba apenas 3 estaciones de la Yamamote Line desde nuestro hotel. Así que una vez saliendo del barullo de estación que es Akihabara desayunamos en uno de esos sitios donde vas con una bandejita de autoservicio y escoges de una muy variada bollería lo que te apetezca, este hecho me sorprendió y no me lo esperaba pero allí la repostería está bastante cuidada.

Akihabara además de conocerse como uno de los barrios tecnológicos de Tokio (también existe el barrio de Taito, como las máquinas recreativas) se conoce también como el barrio de los otakus (frikis) y en verdad tiene esa fama merecidamente ganada. Nada más entrar te encuentras con unas tiendas llenas de cacharros que arman mucho ruido y tienen muchas luces centelleantes, andando un poco más llegamos a tiendas llenas de aparatos como Ipods, cámaras de video, fotos, de todo. Hay que decir que aquí es en el único sitio de Japón donde vas a poder negociar el precio regateando y que lo vas a tener libre de impuestos.

Pero todavía no he dado ningún razonamiento porque me parecia un barrio de otakus, sencillamente era tronchante, fue en el único sitio donde algún dependiente no hizo esfuerzo alguno por entender nuestro inglés y el poco japonés que hablabamos por lo que teníamos de vocabulario de las guías, las tiendas eran super desordenadas para lo que es Japón y no sólo había tiendas de tecnología sino que era el paraiso para todas las fantasías eróticas de mentes adultas en infantil. En mi vida he estado rodeado de tanto porno de dibujos animados, tiendas de peluches de películas mangas, vestiditos fetichistas de criadas, colegialas, etc... Y claro lo que más se puede distinguir en este barrio que estaba lleno de frikis era que el 90% de la gente que caminaba por allí eran hombres. No quiero que nadie me malinterprete con un sentido peyorativo hacia la gente friki pero en verdad no me daba ninguna buena vibración ese barrio, al igual que en Akasaka con los sitios de copa y chica este barrio me daba un mal rollo que no veas. Era ver una generación entera de niños de 20, 30 y 40 años bajo el influjo del síndrome Peter Pan o Disney pero en perversión.

Por la tarde tras unas horas en Akihabara y muy cerca de allí fuimos al famoso parque tokiota de Ueno, este parque es famoso porque allí se encuentra el zoo de Tokio y alberga varios museos de los más importantes del país, llegar al parque fue relativamente fácil, lo que no fue tan fácil fue pasear por él en pleno mes de Julio y con una humedad que te tiraba de espaldas. El sitio es super bonito, había un lago gigante donde en vez de en barca te podías montar en pato, las vistas a los rascacielos me remontaban a Central Park en NY y estuvimos en la puerta del zoo que tiene osos pandas. La oferta de museos nos hizo elegir en primer lugar el de Arte Moderno pero una vez más nos pilló que estaba cerrado así que fuimos al mejor museo que la guía nos recomendaba, el museo Nacional de Tokio. No soy muy amante de los museos pero este museo junto al Metropolitan de NY es algo injustificable perdérselo. El museo estaba muy cuidado, pudimos ver una colección de katanas super bonitas, jardines cuidados al estilo origami y todo el arte japonés de los distintos periodos de Japón, especial hincapie haciendo al periodo Edo que era cuando Tokio era la capital del imperio.

Al terminar la visita a Ueno Park se hicieron dos grupos, unos continuaron por Akihabara y David y yo nos fuimos al mercadillo que hay al lado del parque Ueno, en concreto el mercadillo de Ameyoko. Lo sucesivo que voy a relatar fueron mis horas más felices en Tokio. En el mercadillo realmente me sentí que estaba en Asia, lleno de gente y mucho barullo, para mi la sensación era como estar en un mercadillo vietnamita, te vendían de todo y se mezclaban todos los olores, tenías mucha fruta, diversos tipos de setas, pastas, de todo, era impresionante el trasiego de gente que pudimos observar. Por encima del mercadillo pasaba el metro y si ya había ruido de por si con la gente pues con el metro ya ni te cuento. David y yo nos sentamos a tomar cañas en uno de esos garitos que tienen dentro del mercadillo para descansar, allí ya no nos valía el inglés para nada y éramos de los poquitos occidentales que estaban sentados. Para pedir cerveza no hubo problemas y la cosa pintaba bien cuando nos trajeron los yakitoris, pero luego ya lo de las tapas fue un poco desastroso y sientes de nuevo la rabia de no poder entenderte a causa del idioma, aún así fue un rato inolvidable y era curioso que entre tanta muchedumbre lo que mi cuerpo sentía era una gran paz y descanso.

En el mercadillo se nos hizo de noche y volvimos al hotel para arreglarnos y cenar. Como se habían hecho dos grupos pensamos en ir a cenar a Shibuya y que el otro grupo fuera cuando terminara en Akihabara para salir de copas por Shibuya. La verdad es que lo hicimos bastante bien porque sin móviles pues quedamos a una hora en un sitio que no conocíamos y nos encontramos. El equivalente del oso y el madroño madrileño en Tokio es el perro de Hachiko que está en la plaza de Shibuya, es el punto de encuentro de una de las avenidas más concurridas del mundo que es el cruce de Shibuya. La leyenda del perro de Hachiko es que su dueño dejaba atado en Shibuya al perro al irse a trabajar y luego lo recogía al finalizar su jornada, hasta que un día el dueño se murió y el perro se esperó durante largo tiempo a que su dueño volviese hasta que también pereció en Shibuya.

La sensación de encontrarte rodeado por al menos 50000 personas en un cruce lleno de luces de neón y grandes rascacielos es indescriptible, en ese momento no creo que hubiese persona más feliz en el mundo que yo, David flipaba a su alrededor y mi sonrisa me delataba lo contento que estaba, era el anonimato total. Enfrente el famoso Starbucks donde se rodó la escena de Scarlett Johansson cruzando dicho cruce en 'Lost in Translation', un arco te daba la bienvenida a Shibuya, a la izquierda los famosos grandes almacenes 109 que tenían hasta sala de conciertos y a la derecha algunos de los mejores cines tokiotas. Nos dimos un buen paseo y subimos la calle Dogenzaka, una cuesta empinada que entre sus callejuelas estaban varios restaurantes y sitios para la marcha nocturna japonesa. Todo era como una gran ofrenda al capitalismo más salvaje asiático.

En una de esas callejuelas encontramos en una planta baja un restaurante que nos daba de cenar y era bastante tarde, asi que Dave y yo nos quedamos allí a cenar. El homenaje fuera considerable e importante. En la mesa de la cena teníamos un fuego donde hacíamos la fuente de carne que nos pusieron, pedimos de acompañamiento un bol de arroz y hasta nos estiramos con un postre tan occidental como una cheese cake. Hasta el baño nos dejó impresionados porque era un graffiti con el plano zonal de Shibuya. De fondo teníamos música de Santana, Rolling Stones y los demás clientes super amables con nosotros para entendernos con el inglés y haciéndose fotos.

La noche continuó con la llegada de los otros compañeros al perro de Hachiko (el perro en sí es super pequeño y es díficil encontrarse pero a la 1:30 de la madrugada ya no hay tanta gente). Empezamos a deambular y a buscar algunos sitios que recomendaba la guía y no encontrabamos ninguno, así que lo tuvimos que dejar a nuestra intuición. Lo más destacado fue el hotel de la planta 14 donde nos tomamos dos copazos viendo desde arriba los rascacielos, fue otro de lo mejores momentos que pasé en Tokio. La noche acabó casi a las 7 de la mañana que ya era de día completamente y todos los adolescentes japoneses iban durmiendo de vuelta a casa en la Yamamote Line. El sol ya pegaba en nuestra cara y había que descansar un poco antes del sábado que se nos presentaba con muchas más cosas por sentir.