Arigato Japón Ichi Hi (Primer Día)
Ayer nos quedamos a la salida del aeropuerto para coger el Narita Express previa convalidación de nuestros Japan Rail Pass, el sistema de trenes en Japón es muy eficiente y tienen una puntualidad que aquí a los españoles nos asombraría. Nos esperaba un viaje desde Narita a la Tokyo Central Station, una de las estaciones principales de la más famosa línea de metro de JR, la Yamamote Line, línea que usariamos durante toda nuestra estancia en Tokio.
No se puede describir con palabras lo que es deambular en la Tokyo Central Station con las maletas y una marabunta de gente tras un día de viaje, es asfixiante pero extrañamente te sientes feliz de estar allí, tienes ganas de llegar al hotel para dejar todo y recorrer más estaciones y calles de esta ciudad, nuestro hotel estaba en la parada de Hamamatsucho, en concreto cerca del parque Shiba, por eso el nombre del hotel, Shiba Park, andando desde lejos ya podías divisar la Tokyo Tower que visitariamos otro día.
Nuestra zona de estancia era un área de negocios entre la zona de Ginza y la Tokyo Tower por eso habia bastante rascacielos y zonas de bares asiaticos tipo Blade Runner donde hombres de negocios japoneses cuando salían de trabajar allí se quedaban comiendo y bebiendo. En el hotel descansamos de tan agotador viaje no sin la previsible discusión de como había que repartir las habitaciones, cosa que me parece lamentable siendo personas adultas.
En Japón en verano anochece muy pronto y alli a las 19:00 es completamente de noche, así que con nuestro descanso ya se nos hizo de noche y nos dispusimos a salir para nuestra primera cena japonesa, la idea era sencilla, quedarnos en los puestos de cervezas donde habíamos visto a los hombres de negocios, al menos con las guías que llevábamos sabíamos pedir cervezas en japonés y señalando algo nos darían de comer, yo me excusaba siempre en la misma palabra para comer, yakitori, que es el equivalente a un pincho moruno en España. Nos pudimos arreglar pero nos dimos cuenta que la barrera idiomática iba a ser un problema que nos perseguiría durante todo el viaje. En este viaje es donde más rabia me ha dado no conocer el idioma porque tenía la sensación de que delante de mi estaban pasando muchas historias que me pasaban desapercibidas por no conocer el japonés y es una sensación de impotencia bastante frustante.
En uno de los puestos unos japoneses jovencillos se pusieron a hablar con nosotros en inglés y hablando con ellos nos indicaron que cerca de Hammatsucho había una zona para salir de noche que nos recomendaban, la zona de Shimbashi, sólo estaba a una estación de metro en la Yamamote Line, así que les hicimos caso y hacía allá nos encaminamos. La sensación al salir de la estación de metro es de felicidad absoluta, estás rodeado por una plaza llena de neones, pantallas de televisión gigantes y un montón de personas que te adentra en un caos y en silencio piensas lo pequeñito que eres al lado de todo esa mole de cemento y personas, eres algo insignificante. Para mi eso es la felicidad porque siempre huyo del protagonismo y de darle importancia a mi persona, en esa plaza era algo anónimo que contribuia a un caos del que me sentía orgulloso.
En la zona de Shimbashi descubrimos lo que iba a ser algo constante durante todo nuestro periplo japonés, los bares y restaurantes no están a pie de calle sino en pisos y por plantas, tu llegas a un edificio, lees el directorio y en ascensor subes a la planta del restaurante o club al que quieras ir. Muchos pensarán en los problemas de seguridad que puede acarrear eso pero en Japón la peña es honrada y no hay apenas robos ni violaciones y cuidan todo el mobiliario, no te van a engañar con los precios, las chicas pueden ir libremente solas por la calle a las 4 de la madrugada y todo está sorprendentemente limpio. En Shimbashi fuimos a un karaoke en la 2 floor de un edificio, nos salvó que la chica en el bar supiera inglés porque para entrar había que pagar impuesto de 500 yenes. Una vez dentro el personal como en todos los sitios donde estuvimos fue super amable con nosotros, muy atentos y abnegados. Cantamos de todo, desde U2, The Doors, Aerosmith hasta Mazinger Z, la camarera cantaba muy bien y era muy guapa, una japonesa de estatura media pelirroja. Ellos creían que pronto nos emborracharíamos al ritmo que llevabamos pero no fue así. Al terminar brindamos con los camareros con sake japonés con el brindis de allí que se dice Kanpai.
Se nos hizo algo tarde y al día siguiente no podríamos movernos para ir a Kamakura, así que saldríamos por Tokio, antes de llegar al hotel para dormir sacamos bastantes variedades de tabaco de allí, tabacos muy suaves que eran de sabores de fresa, limón o cereza, también algunas bebidas que eran extrañísimas porque cada 50 metros debido al calor que hace hay una máquina de refrescos y nadie tiraba los envases, la limpieza allí es una religión. Un último pitillo sentado delante de la ventana de la habitación del hotel viendo humear los rascacielos y a dormir. Pronto amanecería en la urbe.
No se puede describir con palabras lo que es deambular en la Tokyo Central Station con las maletas y una marabunta de gente tras un día de viaje, es asfixiante pero extrañamente te sientes feliz de estar allí, tienes ganas de llegar al hotel para dejar todo y recorrer más estaciones y calles de esta ciudad, nuestro hotel estaba en la parada de Hamamatsucho, en concreto cerca del parque Shiba, por eso el nombre del hotel, Shiba Park, andando desde lejos ya podías divisar la Tokyo Tower que visitariamos otro día.
Nuestra zona de estancia era un área de negocios entre la zona de Ginza y la Tokyo Tower por eso habia bastante rascacielos y zonas de bares asiaticos tipo Blade Runner donde hombres de negocios japoneses cuando salían de trabajar allí se quedaban comiendo y bebiendo. En el hotel descansamos de tan agotador viaje no sin la previsible discusión de como había que repartir las habitaciones, cosa que me parece lamentable siendo personas adultas.
En Japón en verano anochece muy pronto y alli a las 19:00 es completamente de noche, así que con nuestro descanso ya se nos hizo de noche y nos dispusimos a salir para nuestra primera cena japonesa, la idea era sencilla, quedarnos en los puestos de cervezas donde habíamos visto a los hombres de negocios, al menos con las guías que llevábamos sabíamos pedir cervezas en japonés y señalando algo nos darían de comer, yo me excusaba siempre en la misma palabra para comer, yakitori, que es el equivalente a un pincho moruno en España. Nos pudimos arreglar pero nos dimos cuenta que la barrera idiomática iba a ser un problema que nos perseguiría durante todo el viaje. En este viaje es donde más rabia me ha dado no conocer el idioma porque tenía la sensación de que delante de mi estaban pasando muchas historias que me pasaban desapercibidas por no conocer el japonés y es una sensación de impotencia bastante frustante.
En uno de los puestos unos japoneses jovencillos se pusieron a hablar con nosotros en inglés y hablando con ellos nos indicaron que cerca de Hammatsucho había una zona para salir de noche que nos recomendaban, la zona de Shimbashi, sólo estaba a una estación de metro en la Yamamote Line, así que les hicimos caso y hacía allá nos encaminamos. La sensación al salir de la estación de metro es de felicidad absoluta, estás rodeado por una plaza llena de neones, pantallas de televisión gigantes y un montón de personas que te adentra en un caos y en silencio piensas lo pequeñito que eres al lado de todo esa mole de cemento y personas, eres algo insignificante. Para mi eso es la felicidad porque siempre huyo del protagonismo y de darle importancia a mi persona, en esa plaza era algo anónimo que contribuia a un caos del que me sentía orgulloso.
En la zona de Shimbashi descubrimos lo que iba a ser algo constante durante todo nuestro periplo japonés, los bares y restaurantes no están a pie de calle sino en pisos y por plantas, tu llegas a un edificio, lees el directorio y en ascensor subes a la planta del restaurante o club al que quieras ir. Muchos pensarán en los problemas de seguridad que puede acarrear eso pero en Japón la peña es honrada y no hay apenas robos ni violaciones y cuidan todo el mobiliario, no te van a engañar con los precios, las chicas pueden ir libremente solas por la calle a las 4 de la madrugada y todo está sorprendentemente limpio. En Shimbashi fuimos a un karaoke en la 2 floor de un edificio, nos salvó que la chica en el bar supiera inglés porque para entrar había que pagar impuesto de 500 yenes. Una vez dentro el personal como en todos los sitios donde estuvimos fue super amable con nosotros, muy atentos y abnegados. Cantamos de todo, desde U2, The Doors, Aerosmith hasta Mazinger Z, la camarera cantaba muy bien y era muy guapa, una japonesa de estatura media pelirroja. Ellos creían que pronto nos emborracharíamos al ritmo que llevabamos pero no fue así. Al terminar brindamos con los camareros con sake japonés con el brindis de allí que se dice Kanpai.
Se nos hizo algo tarde y al día siguiente no podríamos movernos para ir a Kamakura, así que saldríamos por Tokio, antes de llegar al hotel para dormir sacamos bastantes variedades de tabaco de allí, tabacos muy suaves que eran de sabores de fresa, limón o cereza, también algunas bebidas que eran extrañísimas porque cada 50 metros debido al calor que hace hay una máquina de refrescos y nadie tiraba los envases, la limpieza allí es una religión. Un último pitillo sentado delante de la ventana de la habitación del hotel viendo humear los rascacielos y a dormir. Pronto amanecería en la urbe.
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