Obrigado Lisboa (Sabado)
Como la noche anterior nos acostamos bastante tarde obviamente nos amaneció también bastante tarde pero estábamos bien descansados para podernos andar bien un montón de partes de la ciudad que quería ver y que a Dani también le apetecía pasear. El día empezó un poco nublado pero luego hacía un sol de justicia que a Dani posteriormente le traicionó ;)
Fuimos de nuevo al metro de Entrecampos y nos dirigimos en la línea amarilla a Marqués de Pombal, allí es donde está la estatua ecuestre de este marqués que tras un gran incendio en Lisboa y por orden del rey portugués se le encargó la restauración de la ciudad, por eso en esta zona tenemos los edificios del llamado estilo pombalino. Bajando la Avenida de Liberdade encontramos entidades bancarias, hoteles y restaurantes en lo que es la zona más llana y lujosa de la ciudad. Según bajamos a nuestra derecha ya llegando a la zona de Restauradores encontramos la zona de teatros que podríamos comparar con la Gran Vía madrileña pero que no tiene nada que ver, es una zona peatonal, tranquila, con mucho barecitos donde la gente se relaja y pasea para comer algo. De hecho como ya era algo tarde para los usos horarios de los portugueses nos quedamos a comer allí. Nuestra primera comida a mediodía allí iba a tratar de platos típicos de Lisboa, como bacalao o marisco y por supuesto regado con cerveza portuguesa Sagres. Por cierto que el tabaco que allí fumaba era de la marca Portugues que fue lo único que encontré que en España no venden.
Tras nuestro homenaje bajamos andando a la zona de Chiado que estaba al lado y vimos otra vez la Plaza del Rossio con los adornos navideños y el teatro de Maria II, ya empezaba a hacer fresquete y aquí es donde a Dani le traicionó el tiempo, como iba un poco de verano tuvimos que pasar a un H&M para que se comprara un jersey porque sino las iba a pasar un poco putas. Tras esto y pasear por la Rua Santa Justa y Rua de Ouro subimos al elevador de Santa Justa, un ascensor construido por uno de los discípulos de Eiffel y que te lleva a la parte alta de Chiado y así llegar otra vez a la Rua Garrett para tomarnos ese café que nos apetecía después de comer en el A Brasileira. Como había dado tanto el coñazo con Pessoa pues Dani me fundió a fotos sentado al lado de la estatua y luego dentro del establecimiento nos tomamos unos cafés que estaban buenisimos, a mi no me gusta el café pero el de allí me encantó.
Siguiendo el mapa por la parte izquierda de Chiado encontramos el tranvía que te pasea por la parte vieja de Lisboa (creo que el era el 29). Lo que pasa es que nosotros estábamos haciendo el recorrido contrario al trayecto de este tranvía y optamos por andar. El objetivo era llegar a Alfama pero todavía quedaban cosas por ver antes de llegar allí. Nuestra primera parada fue en la Praça de Comercio. Es una de las plazas más representativas de Portugal ya que da directamente al Tajo y tiene una puerta de entrada que da con la Rua Augusta que es la calle peatonal del comercio lisboeta, junto con la Praça del Rossio que es donde se originó la Revolución de los claveles forman las dos plazas más importantes de Lisboa. En Praça de Comercio nos hicimos varias fotos, vimos el árbol de Navidad más alto de Europa y enfilamos la rua Augusta para ver si comprábamos algo pero nada nos convenció.
Íbamos en busca del barrio más viejo de la ciudad de las siete colinas, el barrio que me haría recordar muchas cosas de otras ciudades y de otros tiempos pasados. Las cuestas ya aparecían entre las llanas calles que daban a Rua Augusta y cuanto más angosto era el camino más me estaba divirtiendo, desde abajo ya divisiba la casa de Dos Bicos y arriba del todo estaba la catedral de Sé, en ese punto comenzaba lo que más ganas tenía de ver de Lisboa, el barrio de la Alfama. Un barrio muy parecido al Albaicín granadino, de calles muy estrechas, donde los coches no pueden pasar, casas antiguas donde los vecinos ponen sus macetas y pequeñas tascas que nada tienen que ver con un bar. Ya estaba atardeciendo y con el amarillo de las farolas del barrio le daban un aire melancólico a todo. Me gustó mucho pasear por allí porque el Albaicín me parece unos de los barrios más bonitos de los que he estado y Alfama era un clon bastante interesante, subimos un poquito por quitarnos la tontería al tranvía viejo pero apenas estuvimos un par de minutos.
Nos perdimos un poco por las calles y llegamos a un barrio al norte de la Alfama que era más comercial, hubo una cosa interesante en ese barrio y que es que había una pequeña tasca donde estaban cantando fado, un estilo de música para mí desconocido pero que atrae por su tristeza y nostalgia. Poco a poco y ya mirando más el mapa nos reconducimos hacía nuestra última visita del día que era pasear por las calles de alrededor de Castelo de San Jorge. Ya era de noche y habíamos como subido y bajado millones de escalones pero mereció la pena pasear por allí, nos encontramos con muchos turistas procedentes de Cataluña y el empedrado de la zona también me hizo recordar a la zona vieja donde se ubica el castillo de Ibiza. Es una zona que nunca dejaré de recomendar que se visite a pesar del esfuerzo físico que ello supone.
Estuvimos esperando al autobús mogollón de tiempo pero nunca llegaba, así que como la cosa era cuesta abajo nos encaminamos hacía el metro y de paso vimos la animación de la primera hora de la noche que había en el Rossio y en Pedro V, siendo campaña navideña y con el buen tiempo que hacía los lisboetas se habían echado a la calle. Llegamos un poco muertos al hotel pero descansando una horita y con una duchita ya estábamos otra vez en pie para darnos más homenajes gastronómicos. Esta vez Dani me dijo que si me apetecía ver la parte nueva de la ciudad y que además por allí había un par de sitios que indicaba mi guía de garitos de la ciudad. Así que pillamos un taxi y nos fuimos a la parte noreste de la ciudad, donde se ubicó la Expo 98 de Lisboa.
Cenamos en un centro comercial de la Expo, en concreto en el Cafe La Palma, un sitio así pijito para variar, yo me meti un magret de pato que estaba bastante bueno, el sitio también tenía zona de copas en la parte de arriba. Menos mal que mientras cenábamos fue cuando cayó un aguacero que luego después no apareció más. Así que salimos y vimos un poco de lo que había que quedado de la Expo. La Torre y el Puente de Vasco de Gama, el casino de Lisboa y el paseo marítimo. Nos encaminamos por el paseo que para nuestro mosqueo no había nadie, de hecho ya el paseo empezaba a ser tétrico y lúgubre, en la Rua da Cintura do Porto se supone que había unos sitios bastante interesantes por lo que me decía mi guía y lo que nos encontramos fue un polígono de fábricas en su mayoría abandonadas donde en una de ellas y eso no se me va a olvidar en la vida había una fiesta, yo diría que una rave, además que no se me va a olvidar el nombre, era el Armazem 23. La situación era más que surrealista, dos tipos españoles, perdidos, uno con sombrero intentando meterse por un descampado en un sitio que no sabían que era y que dentro sonaba que estabas en el infierno. Al final optamos por marcharnos porque era un poco acojonante estar en el extranjero y meternos sin saber a lo que íbamos.
Así que pillamos un taxi y nos fuimos otra vez al centro para salir de nuevo por el Bairro Alto. El taxista estaba loco y después del susto que llevabamos encima pues solo nos faltaba que el conductor del trasto que llevaba nos fuera a 140 km pasando por la Praça du Comercio. Esta vez en la Rua Atalaia había mucha más animación que el viernes y las calles estaban a reventar de gente, entre ellos muchos españoles, nos tomamos unas cañitas y unas copas, la primera cañita fue en un bar que era el equivalente al Julio Fuentes de Alcazar. La marcha lisboeta en sábado esta muy bien y puedes tirarte toda la noche por ahí de copas y la peña es muy amable contigo. Terminamos la noche en el club "Fragil" que la noche anterior estaba cerrado y esta vez tuvimos suerte y tenías que llamar y una chica muy rara te decía que valía 10 euros por entrar con consumición. El sitio era muy raro, era un club de electrónica donde había algunos guiris mezclados con gays y que Dani estaba ya cansado y un poco flipando ante la situación. Yo me lo pasé muy bien allí y además le alegré la noche a Dani cuando un pavo se acercó a mí y me empezó a tocar el sombrero y a hablar conmigo. No se que me estaba contando el pavo pero por mi espalda escuchaba las risas de Dani y lo único que quería era pillar nuestro tercer taxi de la noche y volver al hotel que ya era bastante tarde y me había bebido toda Lisboa. Nos quedaba un día y muchas más cositas por ver. Lisboa nunca se acaba.
Fuimos de nuevo al metro de Entrecampos y nos dirigimos en la línea amarilla a Marqués de Pombal, allí es donde está la estatua ecuestre de este marqués que tras un gran incendio en Lisboa y por orden del rey portugués se le encargó la restauración de la ciudad, por eso en esta zona tenemos los edificios del llamado estilo pombalino. Bajando la Avenida de Liberdade encontramos entidades bancarias, hoteles y restaurantes en lo que es la zona más llana y lujosa de la ciudad. Según bajamos a nuestra derecha ya llegando a la zona de Restauradores encontramos la zona de teatros que podríamos comparar con la Gran Vía madrileña pero que no tiene nada que ver, es una zona peatonal, tranquila, con mucho barecitos donde la gente se relaja y pasea para comer algo. De hecho como ya era algo tarde para los usos horarios de los portugueses nos quedamos a comer allí. Nuestra primera comida a mediodía allí iba a tratar de platos típicos de Lisboa, como bacalao o marisco y por supuesto regado con cerveza portuguesa Sagres. Por cierto que el tabaco que allí fumaba era de la marca Portugues que fue lo único que encontré que en España no venden.
Tras nuestro homenaje bajamos andando a la zona de Chiado que estaba al lado y vimos otra vez la Plaza del Rossio con los adornos navideños y el teatro de Maria II, ya empezaba a hacer fresquete y aquí es donde a Dani le traicionó el tiempo, como iba un poco de verano tuvimos que pasar a un H&M para que se comprara un jersey porque sino las iba a pasar un poco putas. Tras esto y pasear por la Rua Santa Justa y Rua de Ouro subimos al elevador de Santa Justa, un ascensor construido por uno de los discípulos de Eiffel y que te lleva a la parte alta de Chiado y así llegar otra vez a la Rua Garrett para tomarnos ese café que nos apetecía después de comer en el A Brasileira. Como había dado tanto el coñazo con Pessoa pues Dani me fundió a fotos sentado al lado de la estatua y luego dentro del establecimiento nos tomamos unos cafés que estaban buenisimos, a mi no me gusta el café pero el de allí me encantó.
Siguiendo el mapa por la parte izquierda de Chiado encontramos el tranvía que te pasea por la parte vieja de Lisboa (creo que el era el 29). Lo que pasa es que nosotros estábamos haciendo el recorrido contrario al trayecto de este tranvía y optamos por andar. El objetivo era llegar a Alfama pero todavía quedaban cosas por ver antes de llegar allí. Nuestra primera parada fue en la Praça de Comercio. Es una de las plazas más representativas de Portugal ya que da directamente al Tajo y tiene una puerta de entrada que da con la Rua Augusta que es la calle peatonal del comercio lisboeta, junto con la Praça del Rossio que es donde se originó la Revolución de los claveles forman las dos plazas más importantes de Lisboa. En Praça de Comercio nos hicimos varias fotos, vimos el árbol de Navidad más alto de Europa y enfilamos la rua Augusta para ver si comprábamos algo pero nada nos convenció.
Íbamos en busca del barrio más viejo de la ciudad de las siete colinas, el barrio que me haría recordar muchas cosas de otras ciudades y de otros tiempos pasados. Las cuestas ya aparecían entre las llanas calles que daban a Rua Augusta y cuanto más angosto era el camino más me estaba divirtiendo, desde abajo ya divisiba la casa de Dos Bicos y arriba del todo estaba la catedral de Sé, en ese punto comenzaba lo que más ganas tenía de ver de Lisboa, el barrio de la Alfama. Un barrio muy parecido al Albaicín granadino, de calles muy estrechas, donde los coches no pueden pasar, casas antiguas donde los vecinos ponen sus macetas y pequeñas tascas que nada tienen que ver con un bar. Ya estaba atardeciendo y con el amarillo de las farolas del barrio le daban un aire melancólico a todo. Me gustó mucho pasear por allí porque el Albaicín me parece unos de los barrios más bonitos de los que he estado y Alfama era un clon bastante interesante, subimos un poquito por quitarnos la tontería al tranvía viejo pero apenas estuvimos un par de minutos.
Nos perdimos un poco por las calles y llegamos a un barrio al norte de la Alfama que era más comercial, hubo una cosa interesante en ese barrio y que es que había una pequeña tasca donde estaban cantando fado, un estilo de música para mí desconocido pero que atrae por su tristeza y nostalgia. Poco a poco y ya mirando más el mapa nos reconducimos hacía nuestra última visita del día que era pasear por las calles de alrededor de Castelo de San Jorge. Ya era de noche y habíamos como subido y bajado millones de escalones pero mereció la pena pasear por allí, nos encontramos con muchos turistas procedentes de Cataluña y el empedrado de la zona también me hizo recordar a la zona vieja donde se ubica el castillo de Ibiza. Es una zona que nunca dejaré de recomendar que se visite a pesar del esfuerzo físico que ello supone.
Estuvimos esperando al autobús mogollón de tiempo pero nunca llegaba, así que como la cosa era cuesta abajo nos encaminamos hacía el metro y de paso vimos la animación de la primera hora de la noche que había en el Rossio y en Pedro V, siendo campaña navideña y con el buen tiempo que hacía los lisboetas se habían echado a la calle. Llegamos un poco muertos al hotel pero descansando una horita y con una duchita ya estábamos otra vez en pie para darnos más homenajes gastronómicos. Esta vez Dani me dijo que si me apetecía ver la parte nueva de la ciudad y que además por allí había un par de sitios que indicaba mi guía de garitos de la ciudad. Así que pillamos un taxi y nos fuimos a la parte noreste de la ciudad, donde se ubicó la Expo 98 de Lisboa.
Cenamos en un centro comercial de la Expo, en concreto en el Cafe La Palma, un sitio así pijito para variar, yo me meti un magret de pato que estaba bastante bueno, el sitio también tenía zona de copas en la parte de arriba. Menos mal que mientras cenábamos fue cuando cayó un aguacero que luego después no apareció más. Así que salimos y vimos un poco de lo que había que quedado de la Expo. La Torre y el Puente de Vasco de Gama, el casino de Lisboa y el paseo marítimo. Nos encaminamos por el paseo que para nuestro mosqueo no había nadie, de hecho ya el paseo empezaba a ser tétrico y lúgubre, en la Rua da Cintura do Porto se supone que había unos sitios bastante interesantes por lo que me decía mi guía y lo que nos encontramos fue un polígono de fábricas en su mayoría abandonadas donde en una de ellas y eso no se me va a olvidar en la vida había una fiesta, yo diría que una rave, además que no se me va a olvidar el nombre, era el Armazem 23. La situación era más que surrealista, dos tipos españoles, perdidos, uno con sombrero intentando meterse por un descampado en un sitio que no sabían que era y que dentro sonaba que estabas en el infierno. Al final optamos por marcharnos porque era un poco acojonante estar en el extranjero y meternos sin saber a lo que íbamos.
Así que pillamos un taxi y nos fuimos otra vez al centro para salir de nuevo por el Bairro Alto. El taxista estaba loco y después del susto que llevabamos encima pues solo nos faltaba que el conductor del trasto que llevaba nos fuera a 140 km pasando por la Praça du Comercio. Esta vez en la Rua Atalaia había mucha más animación que el viernes y las calles estaban a reventar de gente, entre ellos muchos españoles, nos tomamos unas cañitas y unas copas, la primera cañita fue en un bar que era el equivalente al Julio Fuentes de Alcazar. La marcha lisboeta en sábado esta muy bien y puedes tirarte toda la noche por ahí de copas y la peña es muy amable contigo. Terminamos la noche en el club "Fragil" que la noche anterior estaba cerrado y esta vez tuvimos suerte y tenías que llamar y una chica muy rara te decía que valía 10 euros por entrar con consumición. El sitio era muy raro, era un club de electrónica donde había algunos guiris mezclados con gays y que Dani estaba ya cansado y un poco flipando ante la situación. Yo me lo pasé muy bien allí y además le alegré la noche a Dani cuando un pavo se acercó a mí y me empezó a tocar el sombrero y a hablar conmigo. No se que me estaba contando el pavo pero por mi espalda escuchaba las risas de Dani y lo único que quería era pillar nuestro tercer taxi de la noche y volver al hotel que ya era bastante tarde y me había bebido toda Lisboa. Nos quedaba un día y muchas más cositas por ver. Lisboa nunca se acaba.
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