viernes, enero 04, 2008

Lost In Iceland (Día 3)

El martes por la mañana nos levantamos con el ánimo de que las nubes desapareciesen y el caso es que sí que teníamos motivo de ilusión porque hacía mejor tiempo y en la televisión islandesa el pronóstico del tiempo era más halagueño, por cierto que la televisión de allí era como de otro mundo, ponían mucho curling, hablaban de balonmano y la programación era hasta la 1:30 de la madrugada, después ya cortaban la emisión, menos mal que allí también ven las televisiones extranjeras, uno de los motivos por el cual toda la población de allí se defiende perfectamente en inglés. Incluso sabían palabras españolas.

Como el día anterior ya habíamos dado muchas vueltas por el distrito 101 decidimos que lo mejor era aventurarnos y salir a la periferia de Reikjavik y ver lo que se cocía, total con lo seguro que es el sitio nada nos podría pasar. Nos encaminamos por unas cuestecillas y en 10 minutos ya estábamos en el distrito 104 donde visitamos una iglesia que el edificio era poca cosa para las escaleras de la entrada eran bastante atractivas, a lo lejos veíamos un complejo de una cúpula con cuatro columnas que nos indicó Alfonso que allí había cosas para ver. Así que para allá nos encaminamos. Al estar a campo abierto el frío que pasamos fue considerable pero ya no íbamos a dar marcha atrás y por caminos poco practicables llegamos a nuestro destino.

Resultaba que era una especie de mini centro comercial pero no como los que conocemos en España, en este por ejemplo por fuera había unas estatuas de unos soldados que eran un homenaje al soldado desconocido. Dentro teníamos un museo de los vikingos que tenía pinta de ser un poco chapucero y para 2000 pesetas pues no me apetecía y arriba del todo había un mirador desde el cual al estar en un elevado podías observar una bonita vista de la ciudad de Reikjavik enterita, se divisiba perfectamente la iglesia ortodoxa que el día antes habíamos visitado. Lo curioso es que a nuestras espaldas estaba el pequeño aeropuerto de Reikjavik !!! Habíamos llegado andando a prácticamente al aeropuerto de la ciudad !!! No es un aeropuerto comercial propiamente dicho, es más bien para uso doméstico y nos enteramos que para allá vuelas a las islas Feroe. No pudimos aguantar mucho rato en el mirador porque sino te quedas como un poco congelado. Dentro en la cafetería del centro comimos unos bocadillos muy tranquilamente y David se echó su café de rigor que bien le vendría para hacer el camino de vuelta.

Teniendo como guía la iglesia de la ciudad hicimos el camino de vuelta que pasamos por una especie de polígono que allí no pasaba ni el tato, después tuvimos que bordear un puente para ya por fin llegar a lo que es la ciudad y resulta que acabamos al lado del edificio de la Universidad de Reikjavik, no había mucha vidilla por allí, supongo que estarían de vacaciones. Por fin, encontramos un mástil con la bandera islandesa y ya pudimos hacernos unas fotos que es lo que ya se está convirtiendo toda una tradición en nuestro viajes, hacernos una foto a contrapicado con la bandera del país que visitamos. Si bordeas la Universidad sales por la parte de atrás de lo que es la iglesia y entonces ya estábamos en calles conocidas por nosotros del distrito 101. Como ya era por la tarde bien entrada pues nos acordamos de nuestro amigo escocés del Bushmills y fuimos a verlo un rato para soplarnos algo. Después pasamos por el Kaffi Amsterdam y llamamos al hotel con la esperanza de que nos dijeran de que hoy sí que íbamos a ver la aurora boreal, nos dijeron que no y un poco decepcionados nos encaminamos a casa para cambiarnos y pensar en otro plan alternativo. Antes de llegar al hotel pasamos por el 24 horas que hay en Verstugata para comprar alguna cosilla ya que teníamos cocina en el hotel.

Se nos ocurrió que el día antes habíamos visto la oferta de buffet libre de pescado del Kaffi Reikjavik, así que podríamos darnos un homenaje allí de manjares islandeses y luego después pasarnos por el concierto que se celebraba del festival de jazz de la ciudad. Recuperamos otra vez el ánimo y bajamos Laugavegur para llegar a Vesturgata y cenar en el restaurante de esté café, en el trayecto se nos pararon unos chicos holandeses y nos preguntaron donde estaba un irlandés al que el día anterior habíamos ido nosotros, así que los acompañamos, ya en el Kaffi Reikjavik nuestra amiga camarera polaca enseguida nos reconoció del día anterior en el bar de hielo y nos dió mesa para tres. Dentro del buffet pues tenías salmón, que a mí nunca me ha gustado pero ese me encantó, había pasta de acompañamiento, pasteles de pescados que no podría decir cuales son y muchas gambas. Los postres también eran bastante golosos y luego metimos la pata porque nos fuimos a por los licores y eso no se incluía en el precio. Nos pillaron la tercera vez que fuimos y nos cobraron sólo una consumición, es lo que yo llamo que nos saltó la alarma antipaletos pero que en ningún momento me arrepiento porque mucho buffet libre pero atención a la broma del precio, 7000 pesetas por cabeza, de nuevo seguíamos batiendo records en la isla.

La mayoría de los conciertos del festival de jazz eran en el hotel Nordica pero al concierto que nos dirigiamos nosotros era un otro garito, creo recordar que era el Babalú porque la calle era Skolavordustigur, menos mal porque el hotel Nordica nos pillaba un poco lejos y este sitio estaba muy cercano al hotel. El precio del concierto fue de 2000 pesetas, razonable para los precios que estábamos sufriendo durante nuestra instancia y es que por lo visto en Islandia el IVA es del 24.5%. La sala tenía muy buena pinta y era acogeradora, mucho cultureta se podía observar por allí y mucha rubia islandesa que te dejaba con la boca abierta. La música del concierto estuvo bien pero tratándose de blues y jazz en mi caso enseguida me harto pero aguanté todo el concierto, mis compañeros 20 minutos antes de acabar se fueron para hotel. El caso es que me dieron allí la 1:30 de la madrugada y estos se fueron para el hotel por el motivo de que al día siguiente teníamos una excursión contratada que partíamos del hotel a las 7:30 de la mañana y querían descansar un poco.

Yo me subí a casa sólo por Laugavegur y apenas había un alma por la calle en este martes santo, miraba al cielo y seguía sin poder ver la luna, otra vez algo triste por ese hecho pero en cuanto pasé a la habitación se me olvidó todo, ver a Alfonso haciendose unas tiras de bacon (que era carisimo) casi a las 2 de la madrugada me hizo gracia, por lo visto el buffet tan barato de pescado que horas antes nos habíamos comido en Kaffi Reikjavik no le había gustado mucho y quería comer. Al día siguiente todas nuestras dudas y temores se despejarían.